miércoles, mayo 23, 2007

El “no sé” de una mujer

Estaba en una esquina del patio en medio de una jauría de cachorritos imberbes. Todos querían ver sangre en esa tarde de plomos. Yo era la carroña de estos pequeños chacales sin conciencia. Yo delgado, como comadreja desnutrida, me pare en medio de la ronda de insultos y puyas. Creo que es momento de tener novia. Les dije con total normalidad. Como si fuera solo un mero trámite. Como canjear el carné escolar o recoger la libreta.

Hice un rápido vistazo en busca de mi presa y ubique a aquella niña que nunca me sacaba la mirada de encima. Ojos profundos y verdes y un bronceado permanente que no necesitaba veranos. Ella era “La Gata”. Una niña, más mujer que yo, que había repetido dos años y que me llevaba dos cabezas.

Yo era un renombrado policía escolar (los profesores querían aplicar conmigo la psicología inversa al darme tamaña responsabilidad). Cuidaba la reja que hacia colindar el patio de los chicos con el de las chicas. Estaba en un colegio muy católico mixto que quería a los niños juntos pero no revueltos. Yo era un guachimán del sexo adolescente y de los pocos privilegiados para tener acceso a las niñas. La Gata, una loba en estos menesteres, decidió seducir al celador de esta cárcel escolar. Ósea yo.

Que una chica se interese por mi era suficiente para creer que estaba enamorada. Corrí hacia ella en medio del patio, pase por la reja usando mis influencias policiales y le di un disparo con silenciador. ¿Quieres estar conmigo? (La mejor frase que algún enamorado pudo crear. Sin rodeos, ni romance, sin explicaciones ni redundancias. Sin lugar a titubeos) No sé. Susurró ella. ¿No sé? ¿Qué quiere decir no sé? La respuesta debía ser “sí” o “no”, no “no sé”. ¿Lo vas a pensar?, le dije en medio de mi desesperación. Sí, en dos noches te respondo, dijo ella con total serenidad.

Allí en medio de ese patio multijuegos, donde se practica voley, básquet y fútbol, todo a la vez y en superposición, aprendí lo que es la ambigüedad del amor femenino. Aprendí que un no podía ser sí, y un sí un delirante no. Que la duda era un arma para enamorar y el querer lo que no tienes un profundo deseo de amar. Parado en la media luna del área de penal, entendí que para mis amigos era un héroe y para las niñas un romántico. Solo una gran pelota de básquet en mi rostro hizo desmayar el gran momento de descubrimiento.

“No sé”. Esa frase es la frase de mi vida. Son las palabras que me subyugan cuando quiero amar. La incertidumbre de no tener una repuesta concreta. El deseo de querer algo que está fuera de mi alcance, Un amor frustrado, una pasión sin encuentro. Una masturbación emocional. Una luna de miel en mi mano. Un llanto ahogado en la ducha. La desesperación de no encontrar respuesta en una llamada. No sé, eso es lo único que sé, me dijo ella la última vez.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una masturbación sin eyaculación, siempre con la incertidumbre incomoda de que alguien entre de improviso.

Ese no sé era sólo parte de un gran plan, para despedazar antes de matar.

Anónimo dijo...

pero, pasa muchas veces que cuando decimos "sí", el amante sale despavorido porque esperaba un "no sé". Ja, ja...
saludos!