martes, julio 31, 2007

El poder de ser triste por pocos segundos

Cuan triste puedes ser después de haber raspado el fondo de una botella de raticida. De haber rascado tu tumba después de haber sido enterrado. Más desesperación e incertidumbre no se puede sentir y eso te hace invencible.

Yo tengo un superpoder. Cómo un X- men, algún tipo de radicación me dio un don especial. El don de regenerar las heridas. De ser casi invulnerable a la tristeza permanente. De lograr sacar una sonrisa a pesar de que un puñal de maldad atraviese mi cuerpo partiendo en dos mi corazón.

Este gen mutante lo obtuve después de ese gran dolor que me dejó casi al borde de la desconsolación eterna. Era un post adolescente de 21 años cuando mi novia, 5 años mayor terminó conmigo.

Estaba en un pestilente bar miraflorino cuando ella apareció con muchas cosas en una bolsa. Objetos todos entregados de distintas maneras pero con un mismo sentimiento. Una cámara de fotos, mi polo preferido, un libro de Fuget y una foto en blanco y negro. Me miró a los ojos y lanzó un disparo directo a la cien. Esto no da más.

Yo sentado. Yo y una media sonrisa. Yo y mis brazos cruzados. “Un toque voy al baño”. Miré el espejo y vi esa cara de pobre diablo que solo se puede tener cuando te cortan el rostro. Lancé el puñete más fuerte de mi vida. Mi mano contra ese muro resinoso hizo retumbar el cuarto. Mis nudillos se habían reventado. Mis huesos comenzaban a resquebrajarse. Odio, furia, dolor, triste. Mierda, solo mierda radioactiva.

Regrese a la banca vieja donde ella estaba sentada. Asenté con la cabeza. “Un gusto”. Me levanté. La acompañé a tomar su taxi sin mediar palabras. En el camino tiré la cámara a un arbusto, el libro a un basurero y el polo lo amarre a mi cintura ¿Qué botaste? Nada. Seguimos caminando. Antes de despedirme me acerqué a su oreja y le susurre. Ya no te quería. Agarré su mano la hice un puño y la obligue a coger la foto.

El taxi se llevó el amor más grande que había sentido en mi corta vida de enamorado. Luego corrí. Quería ver si mis piernas se quebraban. Quería que mis pulmones exploten. No había semáforo que me parara, ni autos que fueran obstáculo. Corría por en medio de una avenida. Después de 5 cuadras quedé sin aliento. El corazón se iba a salir por mi boca. Lo quería vomitar. Unas gotas de un líquido salado brotó por mis ojos. Después una arcada me apretó el estomago y una bola de saliva se salió por mi boca.

Lloré por más de una hora apoyado en un árbol en medio de una avenida. Luego me arrastre a mi casa. Tres diazepanes, un trago de vodka y a dormir. No hubo sueños, ni pesadillas, solo un vacío inmenso que se esparcía.

Tres días después una llamada tempranera me despertó. Mi papá a muerto, dijo ella. Pospuse mi miseria y me puse mi único terno oscuro. Volé al velatorio y velé a un papá ajeno por ocho horas. La observé todo el tiempo.

Un fornido personaje siempre estaba cerca de ella. La consolaba, la abrazaba, la apoyaba. Era tan egoísta que los celos me mataban. Y era tan miserable que buscaba la oportunidad para abrazarla y besarla. Pero solo me quedé al fondo de ese salón lúgubre con el martirio de ni siquiera poder odiarla.

Cuando el cajón estaba a punto de entrar al nicho ella me buscó con la mirada. Estaba desesperada. Yo la espiaba al final de la fila. Me vio, espantó a la gente como moscas y alargó tanto su brazo que llegó a mi. Me jaló sin moverse de su sitio y muy pronto yo estaba adelante. Me apretó la mano y miró hacia arriba. Su papá ya estaba tapiado. Gracias, en verdad gracias.

Una costra se formó en el ventrículo derecho de mi corazón. Mis canales de lágrimas se sellaron. Me hice invulnerable al dolor permanente. Al desencanto eterno. Ante cada desilusión llegaba un nuevo sueño. Y así como lloraba, reía.

Hace unos días viví la prueba de fuego. Era una fiesta inmensa donde la alegría se desbordaba. Esas fiestas en donde el destino junta todo y lo revuelve. A mi espalda un viejo amor se besaba con un nuevo amor. A mi derecha la chica de mis locuras bailaba sin parar, sin ni siquiera mirarme. Al fondo mi ex departía muy feliz con su nuevo novio. Yo miré al cielo que me escupía su llovizna ¿Que más? Tira tu mejor golpe.

Sonreí, me perdí en la multitud y me sentí invulnerable. La gran costra en mi corazón absorbía el dolor. Regeneraba cada lágrima y la hacia hielo. Yo lloro hielo seco. Los sollozos se hacían eco en mis pulmones. Yo respiro llanto helado. Los lamentos eran bloqueados por mi lengua. Yo tengo una saliva de gélida desconsolación.

El truco es recordar el día más triste que haz vivido. Rememorarlo y evocarlo. Transportarlo, compararlo y asimilarlo. Si el dolor es aun más grande, tienes un nuevo y terrible recuerdo para ser aun más invulnerable.


Músicalización: Este post lo escribí escuchando esta canción: I am not addict de Janes Adicction. Lean y escuchen a la vez.




Mi voz: Gracias a Perú.21 por recomendar mi Blog. Cada vez somos más en el nido de ratas

martes, julio 24, 2007

Las mujeres de mi vida.

Tengo tres amigas. Todas ellas hacen una novia. Una es ternura pura y un alma tan gemela que no me queda otra que compartir mi vida con ella. La otra mi maestra y guía de la seducción. Siempre atenta a mis malos pasos y a mis continuos errores de amor. Ella es mi lado fiel en el fondo. Y finalmente, mi amiga de sonrisa absoluta y la alegría de mis días. Un extraordinario reencuentro con esa felicidad que tanto extrañaba.

Por otro lado, tengo muchos amores y todas juntas son lo que busco. Una es la incertidumbre personalizada. Nunca se, si me quiere, ama o desea, y a pesar de todo nunca se va de mi lado. A veces me busca, me mira, me seduce. Yo siempre caigo rendido con tan solo una pestaña suelta de ella. Nunca tendré nada con ella.

Hay otra que me ama sin redención. Con ella soy el malo de la película. El Némesis de la superheroina Yo soy el creador de la posibilidad, de la maledicencia, del desprecio sin voluntad. Entre más le digo que soy un hijo de una perra sucia, ella insiste con mayor fuerza en buscarme una salvación. Tampoco tendré algo con ella.

Después esta la linda niña de cintura indomable. La de las ideas lascivas y los retos imposibles. Con la que puedo hablar infinitamente en mi cama. A la cual dejaría dormir en mi hombro para siempre. La que deseo de lejos y a la que quiero sin distancias. No puedo tener algo con ella.

Finalmente, está la que me teme y me espanta. La terca y obstinada. La que me observa pero dice que no me mira. La que me ignora pero siempre me llama. La que me niega pero me sigue. La loca, mandona y obcecada. Ella siempre va en sentido contrario. Siempre contra el tráfico y contra la corriente. Me gustan los caminos sin ruta sin duda..

Mis tres amigas que hacen una novia, dicen que la primera es mala, la segunda arrastrada, la tercera imposible y la cuarta loca. Para mi: una es mi previsible perdición, la otra una ilusa enamorada, la siguiente una irresistible tentación y la ultima un incógnita irreproducible.

Camino con los pies al revés, con los brazos anudados, con la boca cocida y la cintura torcida. Camino con una sonrisa leve, la mente clara y los ojos felices. Camino solo, ya no corro y no se si quiero escoger.

martes, julio 17, 2007

Los hombres no lloran.

Llora siempre.
Llora en silencio.

Se come las lágrimas.
Se traga los gritos.
Se rinde en silencio.
Se abraza a si mismos.
Se arrodilla desnudo.
Se acurruca en los rincones.
Se rinde en la oscuridad.

La música alta para no escuchar
La ducha abierta para llorar
La yerba para no sentir
La televisión para no mentir
La puerta como escape
Una llamada como salvación

Un puño destructor
Un insulto malsano
Un vaso de cerveza valiente
Una pastilla asesina

El sexo como olvido
El amor como salvación.


Recomendación: la canción más triste del mundo (Fabio Junior - Lloro)

viernes, julio 13, 2007

Cómo me veo muerto

El avión Lan Perú, que venía de Cusco con destino a Lima, se estrelló este mediodía en los andes de Huancavelica. Según reportó la propia línea aérea no hubo sobrevivientes. Entre los pasajeros estaba un periodista de esta casa editora.

Las miradas tiesas de todos esos desconocidos. Un alarido que despertó los gritos. Un gran ‘crash’ que hizo todo fuego. Este es el fin. Hay gran alivio en mi corazón. Ya se que moriré. Siento una presión en mi estomago. Es emoción egoísta. Todos llorarán y yo aquí feliz a punto de ser solo una mancha de sangre. Respiro rápido, más rápido. Los gritos se vuelven una gran bulla que es solo silencio.

Aprieto mis puños. Reviento mis dientes. Me como la lengua. Volteo los ojos. Rompo mi columna. Atoro el aire. Seco mi cerebro. Nada. Blanco, no negro. No hay color, es un color sin color. El olor es de incienso lacrimógeno. No me puedo parar pero estoy levantado. No levito pero no peso. No camino pero me muevo. Todavía vivo pero no respiro, no lato, no muero.

La noticia llegó por la radio. Mi mamá se desmayo, mi papá no pudo con la noticia. Mi hermano se encerró en el baño. Mis amigas lloraron demasiado y mis amigos votaron lágrimas en soledad. (Yo también te quiero brother). Yo ahí tieso y pálido, con la boca semiabierta.

Por Dios, que alguien cierre mi boca y que me cambie de corbata. Por que me pusieron terno el día de mi funeral, si nunca use uno. Mejor hubiera sido mi casaca negra y mi bufanda de colores. Hay gente que nunca pensé que llorarían por mi. Creo que lloran porque tienen miedo que les pase a ellos también.

Mamá. Duerme. Mírame, no estás soñando aunque sueñas. No llores, no sufras, no mueras. El dolor te quema la garganta, te inflama el corazón y te lleva a la sin razón. Mamá no sufras, déjame ir y no regresar. Te quise tanto que alumbraría tus sueños de por vida, pero no podría morir.

Tu. No llores más. Yo se que me amabas, me adorabas, me anhelabas. Yo siempre te amé y fue la última persona en que pensé antes de… De verdad lamento no habértelo dicho (en realidad vuelto a decir). No haber arriesgado. No haberte traído de regreso. Se que te fuiste por amarme demasiado. No sufras más. Yo lo haré por ti. Hice todo lo que quise hacer. Maté a todos los que debí matar. Y a pesar de amar tanto nunca supe amar.

lunes, julio 09, 2007

La fórmula de un encuentro


Era una cueva de vanidad. Oscuro con luces multicolores y música a un volumen grosero. La mesera, delgada y asustada, nos servía la cerveza, ante las ansiosas miradas y algunos besos volados de mis amigos de oportunidad. Era un desfile de baja costura, en donde cada niña que modelaba hacia la pista de baile, era víctima de un comentario mordaz y lascivo de uno de mis compañeros.

Era una de esas noches en las que uno sabe que no pasará nada y que, sin embargo, como un buen cholo terco, uno termina intentado algo. Al notar la algarabía solitaria masculina de mis amigos, opte por pasear por la zona de baile. Un cigarro en una mano y cerveza en la otra, partí armado a la travesía. Tocaban una canción de ‘Chemical Brother’. Yo saltaba con cada ‘punchin punchin’, pero poco después de unos minutos me senté en una esquina y, como siempre, acepté que esto no era para mí.

Pedí convidado varios cigarros, busque algunos encendedores y di muchas disculpas por un furtivo empujón. Esto nunca será para mí. Nunca podré recitar una frase estúpidamente premeditada. No podré mentirle a una mujer y hacerme el interesado de su banal existencia. Tampoco me venderé al mercado de la carne con una actuación humillante de rico papa de discoteca (terno blanco y camisa negra). Nunca seré un Don Juan actualizado o ese Fonsi de chasquidos mágicos o aquel John Travolta de baile iluminado.

Regresé. Me senté con mi jauría de aulladores amigos. “Ey ey”, por aquí. “Ts ts”, por allá. “Bss Bss”, más acá. A mis correligionarios de levante tampoco les iba nada bien. Pero la valentía del licor hacia su efecto y uno de los perros de caza salió al escenario. Dos pasos a la derecha, tres a la izquierda, un tambalear de rumba y la cerveza llegó al escote de una linda dama de turgentes senos de la barra. Yo como siempre un protector del decoro y las buenas costumbres salí al salvataje.

Lo abrace, saque de la escena y le pedí disculpas a la escotada dama. Ella, una linda morocha, odió a mi amigo y de paso a mí. Yo curado en salud, la miré con desdeño y seguí mi camino. Me fui a tomar una cerveza, para pasar el mal trago de este desprecio en versión continuada y sin cortes comerciales.

Una cola de cinco niñas me esperaba en la barra. Yo miraba al piso buscando algo que perdí, cuando un brazo con un tatuaje tribal se cruzo en mi sueño. Lindo tatuaje, le dije sin levantar la mirada. Los dibujos en los cuerpos siempre me traen recuerdos felices. En este caso ese brazo era de un cuerpo y ese cuerpo de una rubia de larga sonrisa.

Ella me preguntó si yo tenía uno, a lo que yo con simpleza le mostré mi antebrazo. Tengo dos ideogramas chinos al lado derecho, con un significado que ahora no viene al cuento. Ella sonrió y tomó un sorbo de su cerveza recién servida. “No te voy a preguntar que significa tu tatuaje, todos te lo deben preguntar”, me dijo.

Yo me olvide de pedir la cerveza, pero me quedé en la barra. Conversamos mucho y tal ves demasiado. Yo toque su brazo y tenia una cicatriz en el codo. Ella me quito la mano y dijo que fue un accidente. Yo sabía que no era un accidente y que era demasiada casualidad. Un choque que dejó una larga cicatriz en el codo, unos clavos incrustados en sus huesos y un brazo dibujado. Quizás estaba buscando lo que había perdido y el destino malsano me estaba jugando una mala pasada.

Siempre dije que nunca podría entablar una relación con una mujer que haya conocido en una discoteca. Pero en mi vida no existen nuncas. Ella amaba de manera desmedida, me abrazaba con fuerza hasta hacerme desaparecer y no se cansaba de mirarme a los ojos. Respiré hondo y profundo por primera vez en esos buenos aires.

Y así como apareció, desapareció. Sin pedir permiso ni avisando con anticipación. Un día sin sentido alguno no contestó más. Nunca más estuvo donde estuvo y mis llamados fueron escuchados pero ignorados. Ahora ella me pregunta si la extraño y yo de muy lejos le grito que sí.

“Si escuchas a un ángel, hablando de mi, nunca lo mires, es de mentira, ella no existe, es imposible”.

martes, julio 03, 2007

Nunca será el último beso

¿Un beso debe significar algo? Aquel encuentro tan cercano que provoca una intimidad instantánea. Ese intercambio de aliento, saliva, angustias, ansias, pasión, virus, temor, deseo, enfermedades, confianza y a veces amor, ¿Debe ser un reflejo de amor o de un simple y descarnado síntoma de excitación?

Nunca el primer beso es el mejor pero siempre el más recordado. La intrincada operación de saber que tu beso será recibido siempre es una angustia, que solo a veces tiene un ensalivado y placido final.

¿Cuánto besos haz dado con amor? ¿Cuántos besos has dado sin alcohol? ¿Cuántos besos rememoras? ¿Qué besos no quieres recordar? ¿Hay personas que besaste y ni siquiera recuerdas su nombre?

Yo estaba en un pasadizo oscuro en una cola de uno para el baño. Miraba con detenimiento la boca de ese ser angustiado del cuadro “El Grito” de Munch, sin darme cuenta quien estaba en la habitación de al lado. Aunque solo fui al baño sabiendo que ella estaba en el cuarto.

Era incapaz de ingresar a su habitación, así que opte por orinar mis miedos. Me moje el cabello, me mire al espejo y ví quien era. Un chico con pocos besos (casi ninguno técnicamente). Nunca iría a su cuarto.

Cuando salí estaba ella también estaba esperando el baño. Yo saque esa encantadora risa forzada que tengo y la intente dejar pasar. Me hice más delgado que nunca y me empine hasta estar en puntas de pies, como una bailarina de ballet, con tal de ni siquiera rozarla. Mi cuerpo entraba en dos centímetros cuadrados, mientras ella intentaba ocupar el máximo espacio posible.

Yo perdí el equilibrio y me apoye en sus hombros. Ella deslizo su mano derecha hasta llegar a mi cintura mientras la otra tomó mi mano en su hombro. Estábamos bailando un vals de un segundo. En ese instante ella me miró a los ojos, soltó una sonrisa e hizo un minimovimiento con la ceja hacia arriba.

Su mano en mi cintura se deslizó de milímetro en milímetro, mientras yo busque su otra extremidad para entrelazar sus dedos. Era una danza mínima, pequeña, casi imperceptible. Ella acercó su rostro como para decirme un secreto y yo incliné mi cabeza para escucharla.

Olía a vainilla y su cabello era tan lacio que mi rostro se deslizó hasta su cuello. La piel de su mejilla era muy suave y su aliento era de cerveza, cigarro y rouge. Mi boca fue de su oreja, a su mejilla, a su boca. Un microsegundo de inmovilidad y luego esperé el primer movimiento. Nunca supe quien beso a quien.

Ese beso lo recuerdo, lo deseo y lo quiero. Casi todos mis besos han sido solo un espasmo de carne contra carne, aunque casi siempre he querido vivir ese instante de amor inconmensurable resumido en una caricia de labios y lengua.