sábado, junio 21, 2003

Historia de Jesús

Jesús fue un loco, o el único cuerdo en un mundo de estúpidos que pretendían tener la verdad. El Che Guevara fue un demente, o el iluso que pensó que una revolución cambiaría el mundo. Albert Einstein fue un despeinado senil, o el genio que creyó que el mundo era algo más que tiempo y espacio.

Cuanto más inteligente seas y más razón tengas, estarás cerca de la locura. Cuanto más te interpeles acerca del mundo y más interrogantes logres descubrir sobre el comportamiento humano, más gente murmura a tu alrededor. En tu universidad, en tu colegio, en tu trabajo, en tu familia. Ese chico es raro, ese niño tiene problemas familiares, es señor tiene mala actitud, mi hijo es un autista.

Terminas vencido ante el maldito "qué dirán". Ese murmullo constante de tu oreja, esas voces a tu espalda que te dictan como ser un perfecto idiota de clásico comportamiento. Usted nunca querrá ser el raro del colegio, el paria de su casa, el extraño del trabajo, el extravagante de la calle, el desconocido de su vida.

La cara de mi abuela cuando escucha estas respuestas siempre es de espanto. Su tierno nieto, de babero blanco en su bautizo, de sotanita en su primera comunión, de corbata y terno inmenso en su confirmación, es ahora un hereje de jeans rotos en la rodilla. "Somos una familia católica cristiana, apostólica, romana, limeña", y no sé cuántos aderezos más, me dice siempre indignada mi abuelita de cruz en pecho.

Siempre he pensado que la religión es para quienes viven sin preguntas. Para los que creen que este mundo, de cielo gris eterno, se hizo en siete días. Para los que piensan que su esposa, querida y odiada, salió de una de sus costillas.

Por ejemplo, en mi salón de clase había cincuenta adolescentes, de los cuales, estoy seguro, 48 sólo vivían y sólo yo preguntaba -le dejó el beneficio de la duda a mi mejor amigo, quien tampoco preguntaba pero siempre me apoyaba-. Debe ser maricón, por eso pregunta de sexo. Debe ser ateo, por eso pregunta de religión. Debe ser adoptado, por eso pregunta sobre divorcios.

Sé que debe estar pensando que soy un mal hijo y un pésimo nieto. Un hombre perturbado y mal vivido. Quizás el protagonista de "American Psycho". Pero soy un católico "no practicante" (forma asolapada de decir que no creo en la Iglesia). Soy un limeñito de pelo corto, celular en la cintura y zapatos mal lustrados. Es más, usted me conversaría sin temores si me tuviera al costado en una combi. Ni siquiera me tendría miedo ni, aún menos, pensaría que soy el raro de su escala de valores.

Pero deténgase un segundo. Mire a la persona que está a su costado. Trabaja en su computadora seguro, sin siquiera saber por qué lo hace. Viviendo en un sistema opresor que lo hace parte de los fríos números de la maquinaria capitalista. Un pequeño engranaje del bendito sistema. Ahora no lo mire mucho, puede pensar que es homosexual o que le ha descubierto algún fraude fiscal.

Voltee. Regrese a la pantalla, respire tranquilo y pregúntese qué diferencia hay entre ese autómata de al lado y usted que lee mi columna. Son iguales ¿no? Distinta ropa, otra cara, pero una sola actitud. Solo vive, nunca se interpela y menos intenta encontrar una respuesta por miedo al ya respetado "qué dirá