miércoles, diciembre 22, 2010

Cuando la vida ya no es lo más importante


Estoy aquí echado mirando al techo. Este techo filtrado, ahumado y despintado. Los sonidos son variados y constantes: un goteo incesante, un pitido recurrente, los cláxones perturbadores y alguno que otro alarido sofocado. No hay mucho que hacer. Mis lánguidos brazos están fatigados y mis esqueleticas piernas casi inertes.

Mi mundo es esta cama oxidada y esa ventana con la cortina siempre cerrada. Mi vida se divide en quejarme en las mañanas, quejarme en las tardes y dormir en las noches. La procesión se inicia todos los amaneceres. Las señoritas pequeñas y de blanco percudido, que nunca me sonríen, siempre me colocan los líquidos que pueden en ese frasco que me cuelga del brazo; mientras que los fornidos señores, que solo me hablan de fútbol, siempre me cargan y limpian las miserias que bota mi vetusto cuerpo.

Mis vecinos son variados. Tengo el señor de la boca abierta permanente a mi lado derecho, que solo lanza alaridos cada dos horas. Sus mejilla secas son una publicidad antitabaco. Después está el señor pálido con mirada congelada al cielo, que está al lado izquierdo. Parpadea cada 30 segundos. No sonríe, no ríe, no habla, no se mueve. El canoso de enfrente al menos asienta la cabeza y lleva el ritmo con los ojos, de los boleros que salen de su pequeña radio a transistores 'Miray'. Él es mi amigo, aunque no lo sabe. Es mi mejor amigo, aunque suelo molestarme con él cuando apaga su radio. Algún día hablaremos.

Mi esposa siempre llega con unas ricas galletas de vainilla y una Coca Diet, mi elixir de la muerte. Llega interdiario. La extraño. La amo. Ya no tenemos sexo. Hace como 8 años que no tenemos sexo, pero el ser impotente ya no es un problema. Aún me ama. Me ama y llora y solloza. Siempre llora en mi barriga. Acariciaría su cabeza pero mi mano congelada me causa mucho dolor.

Yo no lloro. Nunca lloro. Solo sonrío. Todos deberían saber que cuando río, en realidad quiero llorar. Siempre grito e insulto mucho. Grito por mis espantasos dolores. Odio el dolor. Esas puñaladas en mi pierna me matan y las agujas que desgarran mi mano me destruyen. La comba sobre mi cabeza casi siempre me desmaya, pero lo peor es esa mierda que me baña cada noche en una especie de inconsciencia consciente. Es una grasa asquerosa y putrida que me cubre y me abstrae. Me arde, me raspa, me rasguña.

Mi lengua solo sabe vomitar improperios. Es como si solo los insultos funcionaran en este sitio. Los 'conchasumadres' y los 'hijosdeputa' siempre son parte de mi único vocabulario. Es una furia contenida producto de esa mierda que me envuelve toda la noche. Esa caca negra que se posa en los pies de mi cama y me espía y me aterroriza. Todos los días a mis pies buscando asfixiarme. Por eso no quiero dormir. Si me duermo me tragará. Me volverá mierda sobre mierda. Caca sobre caca. Un excremento humano bajo madera y tierra.

A veces, y solo a veces, aparecen ese par de sujetos altos y blancos. Uno mas gordo que el otro. Al más rollizo siempre lo insulto pues él me insulta con su presencia. Se que me ama, pero igual me desprecia. Quiere huir de mí y lo sé. Es como yo. Yo también huiría de mi mismo. No lo odio. Lo insulto para darle una razón para odiarme. Lo amor de verdad. Siempre fue mi preferido. El primero. El mayor. Quien me acompañaba adelante del auto. Quien se refugiaba en mi oficina en las tardes. Mi asistentes de todas mis reparaciones. El jefe de todas mis ideas. Mejor lo sigo insultando, así le hago la vida más fácil.

El otro, es más flaco. El siempre me besa la calva cuando me ve, las pocas veces que me ve. Él es un visitante extraño. Me demoro en reconocerlo pues suelo olvidar su rostro. Él no puede estar conmigo mas de 15 minutos. A él no lo insulto pues se va antes de que pueda hacerlo. Su mirada siempre tiene lágrimas. Tiene culpa entre sus ojos. Él siempre fue débil. Delgado como un alfiler cabezón. Siempre se amarraba en mi cuerpo en las piscinas y siempre me daba la mano cuando caminaba en las calles. Con él me quejo para que sepa todo lo que sufro. Así se sentirá más culpable. Así vendrá cada vez menos.


Estoy harto de este polo con olor a vomito y sangre y de este pestilente y cagado pañal gigante. ¿Dónde esta mi maletín negro con incrustaciones de oro? ¿Dónde esta mi terno cruzado azul marino? ¿Dónde está mi rubia secretaria de minifalda? ¿Dónde quedó mi auto del año verde petróleo? ¿Dónde fueron a parar esos whisky etiqueta azul y esa coca blanca y maldita? ¿Dónde están esos amigos encorbatados?, ¿Dónde mierda están esos hijos de puta? Mis amigos, mis mejores amigos.

¿Y mi familia? Mi madre muerta, mi padre muerto, mi hermano casi muerto y mi otro hermano que ya no es mi hermano. Mis hijos culpables, mi esposa sufrida y mi nieta, a la que no la dejan verme. Otra vez es de noche y en la noche, en verdad, la soledad desespera.

miércoles, setiembre 08, 2010

La máquina del olvido




















¿Cómo se que he olvidado? Me preguntó. Yo, un especialista del olvido, un profesional de la memoria borrada, me sonreí. Lo miré a los ojos. Sus ojos húmedos y desolados. Lo vas a saber. Sin duda lo sabrás. Y lo sabrás porque ni siquiera te lo preguntarás. Él no fue feliz con mi respuesta. Una respuesta evasiva ante su realidad.

Y sin embargo, me apiadé de él. Lo tomé de la cabeza y le dije al oído. Te lo diré. Hay un consultorio, que no solo existe en las leyendas urbanas y los guiones de las películas. Un consultorio en donde te borran los recuerdos. Te dejan un espacio en blanco en la mente. Es una cauterización con lacer. Una sonda que entra por tu nariz y rastrea las evocaciones. Un pinchazo y se acabó. Solo una marca cerebral y nada más. No más llantos, ni anhelos ni esperanzas. Una lobotomía que incita la negación.

El me miró perplejo, pero tras titubear me pidió la dirección. Yo lo tomé del hombro y lo hice caminar conmigo. ¿Seguro? No hay vuelta atrás. El asintió con la cabeza. Entendí que quería olvidar con desesperación. Para olvidar tienes que, al menos, dejar de pensar en ella, le dije. Tienes que seguir una difícil dieta de recuerdos. La imagen de ella esta inflamada en tu cerebro y solo cuando ella sea un devaneo podrás cauterizarla en tu cerebro.

El afirmó con la cabeza, como estando dispuesto a todo. La dieta es estricta. Necesitas sacar todas las cosas de ella de tu casa, de tu vida. Cartas, fotos, ropa. Adiós masturbaciones con ella y ni siquiera se te ocurra los bailes imaginarios. No más conversaciones ficticias y aún menos remembranzas de ocurrencias que nunca ocurrieron pero querías que ocurran. Luego, y solo luego de eso, puedes ir al consultorio. De ahí, la intervención detendrá los influjos cerebrales de ella sobre tus pensamientos. Cada vez que quiera recordarla solo sangrará un poco tu nariz.

¿Tu lo hiciste? Me preguntó. No, no fue necesario. La dieta lo hizo todo. Arme una gran fogata y quemé todo de ella. Su perfume, sus apariciones, sus sueños, sus texturas, sus suspiros, sus ruidos, sus palabras. Todo. Al final no quedó nada más que mi vida. Mi vida sin ella. Mi vida sola. Su rostro se volvió un borrón y su voz solo una bruma. Los lugares donde fuimos se volvieron vulgares y las cosas que hicimos solo fatuos instantes sin el mayor simbolismo.

¿Y cuando te hablan de ella qué sientes? Nada o casi nada. Todo se trasforma en recuerdos sin olvido. Como un dejavú, como algo que viviste en algún momento. Como una inquietud casi imperceptible que te recorre y que se va. Como un suspiro sin aire y una nausea sin dolor. Como un llanto sin lágrimas. Tan solo un instante resumido en tan poco tiempo que ya no tiene valor alguno.

¿Cómo se llamaba? No lo sé. ¿Cómo saberlo? Si creo que ni pasó. “¿En verdad alguna vez estuvimos juntos?” me susurra alguien en mi mente ¿Quién me lo pregunta? ¿Quién me lo dijo? Pienso y pienso y no lo recuerdo. Escruto su voz, escudriño su imagen. Su cabello, su olor, su mirada, sus manos. Siento como un llanto, pero no me sale nada de los ojos. Un líquido me fluye por la nariz. Es un líquido rojo. Es sangre, mucha sangre.

Nota 1: Les dejo una canción...obviamente es Everybody´s Gotta Learn Sometimes de Beck de la película "Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos".

Nota 2: Otro día les doy la dirección en Lima de la sucursal de Lacuna Inc. ;)

Nota 3: ¿Por qué volví? Porque no puedo dejar de escribir.