jueves, octubre 04, 2007

Besos y no besos

Un día llegué a una fiesta con una amiga que no quería que sea mi amiga. Pronto estaba solo en medio de luces de neón, gélido humo y bailes desmembrados. Mi compañera ya me había abandonado.

No hay nada más placentero que fumar y tomar una cerveza mirando a toda esa masa de desconocidos comportándose de manera estúpidamente previsible. El templado que sueña, el afanador que rebota, la coqueta que se contornea, la loca que baila.

Divagaba con mis pies. Pensaba con mis manos. Fumando y tomando. Soñando y aluciando. Pronto estaba en una de esas inconexas conversaciones con un barbudo que estaba del otro lado del mundo. En esta clase de instantes, siempre me odio, pues por más que paresca una buena imitación de alguien que disfruta su libertad, luego me traiciono. No puedo evitar estar pendiente de todo. Del amigo. De ella. De mí. De ellos.

Construí un callejón humano que iba desde mis ojos hasta su sonrisa. Estaba en una cámara lenta eterna. Sus manos peinando el cabello. Sus labios murmurando. Los ojos fijos sobre su amigo. Su pie nervioso siguiendo el ritmo de la música.

“Agárratela”, interrumpió mi barbado y esfumado compañero. Yo con mucho porro y alcohol en mis pulmones y venas salí raudo tras ella. (decisiones sin pensamiento) En estos casos he aprendido que si quieres besar a una linda niña no hay que decir mucho. No hay que pedir permiso. No hay que rogar por una posibilidad. Simplemente la miras a los ojos y ya lo sabes.

Estábamos atrapados en una angosta cocina. Yo me aproximé sin dejarla huir. En un solo instante ella se dio cuenta de lo que sucedía. Me miró a los ojos. Yo ví sus labios. Ella decía palabras sin sonidos. Sus brazos suaves y sus manos aún más suaves. Su cabeza de un lado la mía del otro.

Su boca muy cerca y yo aun más cerca. Un pequeño moviendo y un beso en la mejilla. (¡Mierda!). No entiendo. Ahora no. ¿Entonces cuando? En 48 horas. Me abrazó con mucha fuerza. La deje ir. Me quede solo en la cocina. Vague por la oscuridad decodificando lo que me había dicho. Por qué las mujeres no te miran a la cara y te dicen: no quiero besarte. Escapé como un vil ladrón. Trepé a mi auto y salí volado.

Me desperté feliz. Miré al techo y recordé el episodio. ¡Dios! Me enterré en mis sabanas. Me ahogué con mi almohada. Me acorde de la escena. Me quería dormir para siempre. Mucho pisco, demasiados cigarros y desproporcionados deseos. Me traicioné.

Uno nunca acepta consejos. No le haces casos a las advertencias. Si está loca, me gustan las locas. Si es mala, me gustan las malas. Y si ella te volteo la cara es un fascinante reto por resolver. Una apuesta personal. Ese beso negado llevó a más que eso, finalmente. Cariño sin amor y afecto simulado.

Si la besada ese día nunca más la buscaba. Un ahorro de mentiras y angustias. De saliva y lágrimas. Nunca hubiera existido una versión de mí basada en ella. Ni una ficción construida en su psicosis por no amar. Ahora se que la infelicidad era su fantasía perfecta. Ella dejó que el dolor curta su piel. Y yo siempre fui un desconocido. Por eso ahora yo respiro con alivio .

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