martes, agosto 21, 2007

El amor efímero

Pasan y pasan. De derecha a izquierda, de un lado a otro. Como el paisaje de fondo en las caminatas de Pedro Picapiedra. Una banda de imágenes repetitivas e infinitas. Yo en un muy cómodo mueble en el aeropuerto de Atlanta veo como se me pasa la vida pensando en un amor efímero.

Una delgada y respingaba mujer de ojos claros camina como flotando. Un marine, recién llegado de Irak, corre sin mirar y se pierde entre el color crema del piso. Un impresionante gordo de 300 centímetros de diámetro hace su paso con un andar rítmico. Una mujer de piernas de galgo y torso de serpiente se arrastra con los ojos extraviados.

Una beldad de pelo negro, ojos más negros y sonrisa diforzada busca la mirada de los hombres. Cuando se va, la observo alejarse y ella con un sexto sentido se da cuenta que la admiro. Voltea y me mira con bronca y orgullo. Yo le sonrío.

Repaso mis pensamientos y me pregunto ¿Me gusta?, ¿Por qué me gusta? Intento dilucidar un futuro y la imagen más próxima no llega más allá de un mes de distancia. Vaya que soy ahora un especialista en lo inmediato. Otra vez pasa esa mujer de ojos relampagueantes. Me distraigo, pero regreso. Es la búsqueda de no buscar la que me lleva a una mujer que me gusta y amarga.

Su linda sonrisa radiante me atrae y me pierdo. Vuelvo. Nunca antes alguien me había demostrado tan poco. Tenemos algo llamado nada, o sea una relación llamada no relación. Las bellas piernas de la diva de pelo azabache se llevan mis pensamientos. ¿Relación?. No hay relación. Que piernas de esa mujer. Voy desde sus tobillos con medias blancas, hasta las rayas rojas de su pequeño short.

Quizás solo andaba extraviado y me enamore de mi reflejo. Repaso palabras como "si me dejo llevar" ¿llevar a dónde? Los labios tan rosados de la post adolecente de cabellera negra me dejan absorto Regreso a mi dilucidación.

Creo que me estoy convirtiendo en un detector de amores imposibles. Desato nudos y anudo cuerdas. Siempre encuentro una puerta de escape. La lejanía es mi aliada. El amor si tiene distancias. 100 kilómetros. Su cabello se revuelve con el aire del ventilador. Una bella espalda sin fin. Me pierdo de nuevo y en verdad esta vez no quiero regresar.

Quizás huelo lo efímero y me le acerco sin temor porque sé que hay un epílogo. Es como ver una buena película repetida. No como las francesas con final abierto. Mejor estas relaciones mudas donde no se puede decir que se siente. En las que escapas y huyes aunque no sabes quien te persigue. Ella tiene las mejillas rosadas mezcladas con una sonrisa larga. La miro. Ella se da cuenta. Sonríe y agacha su cabeza. Yo regreso. No puedo dejar de pensar.

Conclusión: soy un descifrador de laberintos con soluciones a la vuelta de la página. Ya se como resolver un juego antes de empezarlo. El destino siempre es previsible. Si te pregunta si estás dormido, despiértate, miente y di que estas en el umbral de tus sueños. Si te interroga si estas enamorado, miente y responde que solo crees en lo efímero. La linda niña de rizos negros espía lo que escribo. Ahora está a mi lado. ¿Qué haces aquí? Ella ríe. La amé por diez segundo. Mi avión está por partir.

3 comentarios:

JeCkO dijo...

por más ke decifres cuando menos te des cuenta, zas! te agarra o bien el amor o bien la locura, pero te agarra.
yo tambien estuve en el aeropuerto de atlanta, es inmensa la vaina esa.

Miguel Rodríguez dijo...

interesante blog...

saludos

Anónimo dijo...

es saludable que le robes poemas a tu silencio