viernes, febrero 15, 2008

Top Five: Obsesiones

Acá van mis cinco super obsesiones sin ningún tipo de orden o prioridad:

1.- la confundida
Esta fue una larga obsesión. La más larga de todas. Cuatro años. Ella me gustaba por la incertidumbre que despertaba en mí. Nunca supe si le guste. Lo más obseso que hice por ella fue ir de manera permanente, y sin falta, al Sargento Pimienta durante 6 meses. Todos los fines de semana. Era casi un hecho, que entre el jueves y el sábado, ella estuviera ahí. Podría ser cualquiera de esos tres días. Era demasiado azarosa y nunca seguía un patrón. Nunca la llamé para preguntarle que iba a hacer el fin de semana. Tampoco nunca la invité a ir al Sargento. Siempre buscaba el encuentro fortuito e inesperado. Muchas veces me la encontré, saludé y seguí mi camino. Solo una vez ebrio hasta mis rodillas (obviamente había tomado por ella) la invité a bailar una canción. Al finalizar la música la abracé. Ella sonrió y se fue al baño. El que me choteará hizo que decidiera estar con una novia. El que me besara hizo que no regresara con una novia. El que ella volviera a mi vida no hizo que termine con una novia.

2.- La inocente

Ella era la mejor amiga de una noviecita de barrio que tuve. Maribel siempre me sonreía desde su ventana en el piso tres del edificio rojo frente al mercado. Cuando yo regrese a mi soltería, tras un largo mes y medio de relación, buscaba siempre encontrármela de manera casual. Ella siempre estaba sentada a los pies de su edificio a las 6:45 pm. Yo corría de mi universidad para pasar por su casa a esa hora. A veces ni siquiera venia de la facultad, por lo que le daba toda la vuelta a la urbanización para que parezca que venia de ella. Cuando dejó de sentarse en el edificio busqué medidas más radicales. La esperaba hasta casi por dos horas frente a un paradero, donde ella bajaba cuando venía de su Instituto. Siempre caminaba contra ella y me hacía el distraído para que me pasara la voz. Ella siempre decía: que coincidencia. Yo sonreía y le contestaba: de eso está hecha la vida ¿no?

3.- La culpable
La tercera y por eso no menos objeto de obsesión tiene la culpa de todas mis obsesiones posteriores. Ella fue la primigenia de mis amores platónicos. La primera. Su nombre era Maria Esther. Una escuálida, blanquecina y glamorosa niña de doce años. Siempre con una sonrisa mínima, modales de modelo y mirada de desprecio. A ella ni siquiera le logré hablar durante toda mi época de colegio. Yo no sabía como lograr su atención y menos como reblandecer ese duro corazón escolar. Para su mala suerte, en la lista del salón, mi apellido estaba después que el de ella. Siempre hacíamos grupo, formábamos juntos y hasta nos sentábamos cerca. Ella me odiaba. Me detestaba. Me aborrecía. Yo siempre la seguía hasta su casa, la llamaba y no contestaba, y la saludaba desde lejos, aunque ella nunca respondía. Ella se enamoró de mi ex mejor amigo y fue su noviecita. Mi debacle emocional de esas épocas. Por eso no tuve novia hasta salir del colegio. Quince años después me enteré que estaba arrepentida de no haberme conocido. Al menos, dijo, pude ser su amigo.


4.- La asustada

Ella fue mi gran amor de la universidad. Ella siempre tuvo novio. Y yo durante cinco años esperé. Me disfracé de amigo relajado y siempre la acompañaba a todos sus compromisos estudiantiles. Cuando estábamos a punto de terminar la universidad entramos juntos a trabajar al mismo canal de televisión. La relación se volvió más intima que nunca. Una vez en medio de una conversación me dijo que había terminado con su novio. Mis ojos brillaron. Froté mis manos y empecé mi torpe plan de conquista. Era casi Navidad y se organizó en el canal un intercambio de regalos. Yo pague 20 soles a un compañero para cambiarle de papelito y ser su amigo secreto. Le regalé varios ángeles de cerámica, de manera anónima, y una cadenita con un angel con mi nombre, un día antes de navidad (patéticamente cursi, lo sé, pero por eso era mi obsesión). Luego, semanas después en un bar, nos dimos las manos por debajo de la mesa y en un taxi ,en completa borrachera, creo que nos besamos. Yo recuerdo que no la llegué a besar. ¿O si? Sé que ella dijo que sí nos besamos ¿O no? La cuestión es que después de ese beso nos dejamos de hablar por seis meses.

5.- La desaparecida
Mi última obsesión devino después de una fugaz e intensa relación de un mes. Ella era la chica más increíble que había conocido en Buenos Aires. Siempre sonreía y se sorprendía de mi acido y ridículo humor sarcástico. Lo entendía, y sino, me comprendía. Más allá de la obvia atracción sexual siempre había algo más que sexo. Era estar juntos, simplemente juntos. Sin hablar, hablando mucho, sonriendo y siendo felices con nimiedades como caminar o estar echados en mi cama. Yo supe que la quería cuando la abrace en el cine y respiré hasta lo más profundo de mi pulmón derecho. Ella se despidió de mí ese día, como muchos otros, con un guiño cuando se alejaba en su taxi. Desapareció. No conocía su casa, ni donde trabajaba. Solo tenía su número de celular, el cual no contestaba. Caminé por todo un barrio en busca de una tienda para niños, donde ella dijo que trabajaba (lo malo es que no me dijo en cual). Durante dos fines de semana completos entre a todas las tiendas para bebés de los alrededores. Nunca la encontré. Me regresé a Lima sin poder verla. Una vez volví de visita a Argentina y caminé, una vez más, por ese barrio. Llegué a una tienda para niños y la espié por el escaparate. Estaba ella allí con una chompa rosada y unos jeans ajustados. Con su sonrisa deslumbrante y sus ojos brillantes. La saludé con las cejas y ella me miró, pero no me miró. Se paralizó por un instante y luego corrió hacia mí. Me abrazó tan fuerte que sentía el latido de su corazón. Hasta ahora no la suelto. Seguimos abrazados.
Dibujo: Maite Díaz Fernández (2003)

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué cosa linda... Y bueno, todos tenemos obsesiones... La idea es superarlas si no se consigue nada.

Hugo Del Portal dijo...

Sin ninguna duda este es uno de los mejores blogs nacionales que he visto. Si tuviera un psicólogo de esos de cuarenta cocos la hora en la antigua Villa Freud de la calle Dasso diría: "que estoy empatizando mis obsesiones con el autor en una transferencia fáctica de onanismo mental". Salud Diegol .

Anónimo dijo...

la última está recontra bien escrita... alucinante... me encantó... yo quiero tener una chompa rosada, masquesea...

Diegol dijo...

Gracias Hugo por el comentario somos muchos los hermanos de obsesión. Gracias también Rocio, en verdad, si viene de tu parte, es un gran halago. Todos tenemos una chompa rosada guardada en nuestro cajón.

Diego.

Anónimo dijo...

Mis obsesiones ya curadas:

La inocente me deportó a San Juan de Marcona a tomar fotografías.

La asustada dio instrucciones a los guachimanes de por su casa para que sepan que hacer cuando me vean.

La culpable fue mi última enamorada, culpable de dos años y pico de recuperación, y luego culpable de engaño y adulterio.

La desaparecida simplemente es un recuerdo que tambalea, al igual que los anteriores, para dar paso al presente.

Esteban Ramon dijo...

Debo admitir que la que me llama más la atencion es la inocente y la culpable. En algun momento seran nuestras.

Anónimo dijo...

escribes casi lo mismo que suelo pensar,jeje,te cobrare derechos de autor.

genial es una mejores paginas en español que conosco,sigue asi amigo

salu2

mar dijo...

voy a empezar a tejerme una chompa rosada de esas con huequitos con formas sin forma, lindo diego!

camila25 dijo...

Todos tenemos una obsecion inocente, desaparecida y asustada.. yo como obsesiva he pasado por todas esas etapas y para dueña de obseciones también he tenido todos esos motivos.
Admirable tu post.. ojala el regresar con alguna obseción sea tan beneficioso como lo ha sido contigo. La última vez que me choqué con la obseción "desaparecida" temblé tanto que me mando al psicologo, quizas no sea mi caso ja! saludos y exitos.