lunes, diciembre 03, 2007

Herir y ser heridos



No quiero verte. No quiero verte más. No hoy, no sé si mañana. No lo sé. Buen viaje. Las últimas palabras que escuché de ella. Y a pesar de tan obvio rechazo, repasaba cada palabra intentado encontrar una duda. “No hoy”. Es una molestia del momento. “No se si mañana”. Es decir, puede ser que tal vez la vuelva ver. “No lo sé”. Lo está dudando. En el fondo todavía me quiere.

No sé que decirte. Ahora creo que no puedo asumir todo esto. No lo sé, tan solo no lo sé. Fuero mis últimas palabras antes de despedirme de ella. Planeé esas palabras durante dos semanas. Frente al espejo, antes de dormir y cada vez que fumada. “No sé que decirte”. O sea lo sé hace mucho tiempo. “Ahora creo”. Siempre lo creeré. “No lo sé”. Es que si lo sé, pero no puedo reconocerlo.

Tres meses después la logré encontrar. Fue una reunión provocada. Sabía que iría. Quería enfrentar mi infierno. Saludé con cortesía. Me perdí en las conversaciones. Me crucé tres veces con ella. Intercambiamos una mirada. Ella evitó mis ojos dos veces. Le toqué el hombro al saludarla y despedirme. No nos miramos al sentarnos cerca. Lo único que le dije fue: cuídate. Ella solo me dijo: Chau.

Pasaron varias semanas antes de volverla a ver. Estaba en un bar con unos amigos. Muchas cervezas, chistes malos y miradas cómplices. Ella bordeó la barra. Se dejó ver y la miré. Levanté las cejas para saludarla. Ella buscó su risa más reluciente. Ella me dió un largo beso en la mejilla. Ella sonrió nerviosa. Le toqué el hombro mientras hablábamos. Ella habló mucho pero no logró una conversación coherente. La abracé con fuerza. Me despedí rápido. Le dije: cuídate. Ella buscó en adiós en el suelo. Me miró, me tomó la mano y me dijo: tú también.
Una canción: Playground Love de Air

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